voces en el tiempo

JENNIE CARRASCO MOLINA 1
El último round
Jennie Carrasco Molina, réferi.*

Fui réferi de cuatro encuentros entre poetas, en Poesía Mano a Mano Uno, organizado por Oído Salvaje, en octubre del año 2003. Una interesante y extraña experiencia que implicaba observar y dirigir, desde la metáfora del boxeo, el «enfrentamiento» entre dos poetas-púgiles. El público debía imaginar que en verdad estaba en una arena boxística, mirando la «guerra» que surgía de cada esquina del cuadrilátero, pero no eran golpes de sangre, fueron enfrentamientos que golpeaban con la palabra. Más que golpes entre los dos «contrincantes» eran golpes a las emociones y al equilibrio de los asistentes. Poesía fuerte, a ratos al alimón, a ratos, enfrentada. Los golpes los sintió el oyente debajo de su propia piel. Y paradójicamente, golpes placenteros, porque así es el arte, remueve para provocar placer, estremece para deleitar.

Cada tiempo, cada ternura y muerte, se expusieron en el cuadrilátero, en este mano a mano, en este jamming poético, mientras una energía especial flotaba durante todos esos días en el Teatro Prometeo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión.

«Una energía especial flotaba durante todos esos días en el Teatro Prometeo.»

Canciones insecticidas, volutas oscuras, hambre. La ciudad devorándose a sí misma, desde adentro, el teatro envuelto en silencios infinitos, el cuadrilátero bullente de humo, sirenas, “nubes de plomo”, ciudad de calles vacías y sucias, girando en las palabras que despertarían las “crepitaciones místicas” y los orgasmos de cada uno de los asistentes.

Mundos nuevos, invasores, “hazañas de mar”, fino hilo que tejió la historia desde la palabra de cada poeta.

Lluvias de versos, uno tras otro, se retaron, se enfrentaron, las figuras fluían de cada labio, de cada voz. Llovieron mariposas, espinas, lágrimas, poemas diminutos, extensas diatribas.

Varias generaciones señalaron con el dedo al futuro incierto de este pequeño país. Adivinaron la autoría de la vida en cada insomnio, en cada viernes, bajo aguaceros que podían ser amazónicos, citadinos o con olor a mar.

Pude sentir a los poetas y las poetas, en sus interminables noches, en fechas intensas de calendarios, atrapando “perplejidades y silencios”, esgrimiendo sus mejores estrofas, desinhibidos y generosos, entregados al ritual de la palabra, con toda la honestidad que exige este tipo de encuentros, como en el boxeo: jugando limpio, sin golpes bajos.

1 Ambato, Ecuador, 1955. Poeta, narradora y periodista. Facilitadora en desarrollo humano, terapeuta holística con énfasis en Gestalt y procesos creativos. Experta en gestión cultural, patrimonio y turismo sustentable.

Ha publicado en poesía: Arañas en mi vestido de seda; De diosas, guerreras y mujeres; Del infierno al paraíso; Una vuelta más abuela; De noche el negro sueño; Confesiones apocalípticas.  En cuento: La diosa en el espejo; Cuentos de ceniza; y Amor distorsionado. Dos novelas: Viaje a ninguna parte (2004 y 2016); y Espíritu jaguar , (2017).

Consta en varias antologías de narrativa y poesía ecuatoriana. Ha dictado talleres de Creación Literaria en y participado en encuentros internacionales de poesía, en México, El Salvador, Venezuela, Francia y Ecuador.

Ganadora de premios de cuento, periodismo y poesía, entre ellos el premio de poesía Jorge Carrera Andrade del Municipio de Quito, 2011, con el libro Confesiones apocalípticas . Jurado en varios concursos nacionales de poesía y narrativa.

* Fotografías: Mauricio Ushiña Atiencia. Archivo Poesía Mano a Mano.

Jennie Carrasco, Leopoldo Tobar, Miguel Jara, Byron Azuero, Fabiano Kueva y Raúl Arias al final de la grabación.

En el cuadrilátero se juntaron los días del presente, el pretérito y el futuro, la memoria de todos reunida entre silencios y gritos, entre voces y pasos de vigilia.

Y hubo amor y sordidez en todos los cantos del teatro, hubo desfile de ángeles sin rostro, convertidos en seres de carne y hueso, que surgían desde las sombras del cuadrilátero, ubicado dentro de un recipiente circular.

Me sentí privilegiada al asistir a esta lectura de poemas de calidad, poetas de primera línea, los mejores del Ecuador. Eran poemas de niebla, disparos, ráfagas, que resintieron al público y su propio infierno. De pronto, imaginaba yo a los escuchas haciendo el amor y agonizando en los graderíos, como si hubieran apostado al que sería «campeón». Y los imaginaba surgiendo entre las cenizas, nuevos después de cada poema, renacidos.

Pude soslayar la presencia de los asistentes mientras se estremecían, lloraban, sin saber si estaban felices o estaban tristes. Los ángeles poetas volaban en picada al vacío de las esteras sin piso, a los graderíos repletos de gente sudorosa y anhelante. Gente esperando ser redimida o lapidada, según fuera el mensaje del poema.

Amor y desamor a cada paso, estocadas en el lado derecho, en el izquierdo. La palabra era semilla y fruto, tristeza y musgo, viaje y destino, demonio y pluma. Y todos dispuestos a lo que llegara, con temor e intrepidez, como hojas en blanco a ser escritas.

«En el cuadrilátero se juntaron los días del presente, el pretérito y el futuro…»

Conduje los encuentros entre María Fernanda Espinosa, manatí doblemente boca, e Iván Oñate, vagabundo de un lado a otro, de otro a uno…

Leopoldo Tobar, soñador de poesía y modelaje, y Raúl Arias, transeúntes de vías lácteas .

Natasha Salguero y Julio Pazos, en un enfrentamiento sin KO, porque resultaron al final triunfadores de la palabra.

Y, finalmente, Jorgenrique Adoum, con su denuncia y su cuestionar de largo aliento, al realismo de lluvia espesa y de trabajo mal trabajado , para sobremorir la tarde.

Efraín Jara Idrovo, con lo corto, el verso preciso, decidido a tomarle del pelo al lector y hacerle tener rabia.

Imposible quedarse indiferente frente a tanto borboteo de palabras, de imágenes, de afirmaciones. Contundentes, cada uno con su estilo de «golpear», con su aprehensión del mundo y de las cosas.

Maravillosa poesía, rompedora de sueños, diálogo de silencios. Noches que quedaron para siempre, eternizadas en la «arena» circular del Prometeo. Aún se escuchan las voces, y aunque el teatro sea destruido, desaparezca o construyan en su lugar otro edificio, estas noches de  poesía pugilística resonarán para siempre en el espacio, aquí y más allá.

El último round fue el perfecto para cerrar la noche.